miércoles, 15 de mayo de 2013

Luis Eduardo Aute

Luis Eduardo Aute Gutiérrez es un músico, cantautor, director de cine, actor, escultor, escritor, pintor y poeta español, que nació en Manila (Filipinas) el 13 de septiembre de 1943 y fallece el 4 de abril de 2020 en Madrid.








Sin tu latido

Hay algunos que dicen
que todos los caminos conducen a Roma
y es verdad porque el mío
me lleva cada noche al hueco que te nombra
y le hablo y le suelto
una sonrisa, una blasfemia y dos derrotas;
luego apago tus ojos
y duermo con tu nombre besando mi boca.

Ay, amor mío,
qué terriblemente absurdo
es estar vivo
sin el alma de tu cuerpo,
sin tu latido,
sin tu latido.

Que el final de esta historia,
enésima autobiografía de un fracaso,
no te sirva de ejemplo,
hay quien afirma que el amor es un milagro
que no hay mal que no cure
pero tampoco bien que le dure cien años;
eso casi lo salva,
lo malo son las noches que mojan mi mano.


Ay, amor mío,
qué terriblemente absurdo
es estar vivo
sin el alma de tu cuerpo,
sin tu latido,
sin tu latido.

Aunque todo ya es nada,
no sé porque te escondes y huyes de mi encuentro,
por saber de tu vida
no creo que vulnere ningún mandamiento;
tan terrible es el odio
que ni te atreves a mostrarme tu desprecio,
pero no me hagas caso,
lo que me pasa es que este mundo no lo entiendo.

Ay, amor mío,
qué terriblemente absurdo
es estar vivo
sin el alma de tu cuerpo,
sin tu latido,
sin tu latido.




El niño que miraba al mar

Cada vez que veo esa fotografía
que huye del cliché del álbum familiar,
miro a ese niño que hace de vigía
oteando el más allá del fin del mar.

Aún resuena en su cabeza el bombardeo
de una guerra de Dragones sin cuartel,
su mirada queda oculta pero veo
lo que ven sus ojos porque yo soy él.

Y daría lo vivido
por sentarme a su costado
para verme en su futuro
desde todo mi pasado
y mirándole a los ojos
preguntarle ensimismado
si descubre a su verdugo
en mis ojos reflejado
mientras él me ve mirar
a ese niño que miraba el mar.


Ese niño ajeno al paso de las horas
y que está poniendo en marcha su reloj
no es consciente de que incuba el mar de aurora
ese mal de animal que ya soy yo.

Frente a él oscuras horas de naufragios
acumulan tumbas junto al malecón
y sospecha que ese mar es un presagio
de que al otro lado espera otro Dragón.

Y daría lo vivido
por sentarme a su costado
para verme en su futuro
desde todo mi pasado
y mirándole a los ojos
preguntarle ensimismado
si descubre a su verdugo
en mis ojos reflejado
mientras él me ve mirar
a ese niño que miraba el mar.




Me va la vida en ello

Cierto que huí de los fastos y los oropeles
y que jamás puse en venta ninguna quimera
siempre evité ser un súbdito de los laureles
porque vivir era un vértigo y no una carrera.

Pero quiero que me digas, amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello...
dímelo...
me va la vida en ello.


Cierto que no prescindí de ningún laberinto
que amenazará con un callejón sin salida
ante otro "más de lo mismo" creí en lo distinto
porque vivir era búsqueda y no una guarida.

Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio
quise quemarla deprisa jugando con fuego
y me abrasé defendiendo mi propio criterio
porque vivir era más que unas reglas de juego.



No sé si voy o vengo
de algún sitio
donde nunca estuve.



Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza





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