jueves, 8 de diciembre de 2011

Antonio Gala

Antonio Gala Velasco es un escritor español que nació en Brazatortas (Ciudad Real) el 2 de octubre de 1930.









Entre los bienes comunes más altos está - a mis ojos, al menos - la democracia. Que no es una panacea, sino una costosa posibilidad; no un hallazgo, sino un propósito continuado; no un regalo, sino un aprendizaje; no una imposición, sino algo que crece de abajo arriba y de dentro a fuera; no un bien que se defiende con armas, sino con el convencimiento y la generosidad; no una improvisación, sino el final de un camino de dudas; no un objeto que se adquiere con dinero, sino con la formación y la constancia. Por eso, en un país como el nuestro - que todos deseamos libre y flamante y gozoso -, la mediocridad, el rencor y la mentira - o sea, la fealdad - han de resignarse a recibir el pago que merecen, en lugar de ser condecorados como lo han sido antes de que vosotros llegarais. Y aún bastante después.







        ...La autoridad mal entendida hace que los políticos, impidan la subsistencia de una sociedad... organizada, fuerte, más libre y culta y poderosa. Sin ella, o a sus espaldas, no hay avance posible, porque los medios se transforman en fines. ¿Que será de la eficiencia económica sin una auténtica sociedad a la que sirva? Una sociedad en la que intervengan, si, los políticos y los empresarios, pero antes y más los maestros, los trabajadores, los creadores de toda clase: pensadores, científicos, filósofos y artistas. Ningún proyecto válido podrá hacerse sin ellos, que son la sal de esta tierra y la luz de este mundo. ...Los partidos políticos, ...a nadie más que a sí mismos representan, ...se alzarán, de no impedírselo, con el santo y con la limosna. O los partidos vuelven a ser sociales - lo que jamás debieron dejar de ser -, o se transformarán en enemigos de la democracia, que no es sólo una forma de gobierno, sino un estilo de vida.







No la amo porque sus labios sean dulces,
ni brillantes sus ojos, ni sus párpados suaves.
No la amo porque entre sus dedos
salte mi gozo y juegue
como juegan los días con la esperanza.
No la amo porque su cuerpo
sea para mi la única primavera.
No la amo porque, al mirarla,
sienta en la garganta el agua
y al mismo tiempo una sed insaciable.
La amo sencillamente
porque no puedo hacer otra cosa que amarla.






Sin cesar recorro con mis ojos los cielos
por si viese la estrella que tú estás contemplando.

A los viajeros de todas las tierras les pregunto,
por si alguno hubiese aspirado tu fragancia.

Cuando soplan los vientos, les ofrezco mi rostro,
por si ellos me trajesen noticias tuyas.

Por los caminos yerro, sin objeto ni rumbo,
por si escucho una canción que me diga tu nombre.

Furtivamente miro a todo el que me encuentro,
por si atisbo en alguno un rasgo que me recuerde tu hermosura.





Abrázame en tus alas
para que otro aire no me roce sino tu aliento,
del que vivo y muero.



En una rosa caben todas las primaveras.



Me desperté soñándote aquel día
en que estrenó mi corazón latido
y le puse tu nombre y apellido
al cielo, al sol, al mar y a la alegría.



Me duelen de esperarte el balcón y los ojos;
pero tú estás más lejos cada día,
más hecho a cada instante de música y recuerdo.
De esperarte, no sé ya ni quien eres:
un hombro, el hombro y la mano imposible,
los labios donde todo empieza y se concluye...





A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.

Ni concibe mi mente mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.

No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,

porque, en este proceso largo plazo,
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.





Sólo aquello que amamos
es capaz de decirnos quienes somos.
Suele ocurrir en mayo o junio,
y hay quien se enamora de sólo una palabra
y quien se enamora de unos labios cerrados.
Pero es preciso andar sin preguntar adónde
hasta sentir la voz que llama desde lejos,
y que repite un nombre que ignorábamos,
y ese nombre es el nuestro,
y es a nosotros a quien llama.



Hoy se queman los últimos recuerdos
en un atardecer de antiguas llamas.
Voces que no entendemos nos advierten
de lo que no entendemos y nos mata,
mientras la luz a su cubil retorna
póstuma y delicada.
¿Qué hacer teniendo manos todavía?
¿Esperaremos otra vez el alba,
o dejaremos que la luna venga
a llenarlas de nuevo de fantasmas?

Hoy la ciudad parece, con la lluvia,
una mano cerrada.
El ayer reverdece en la memoria
debajo de la acacia,
y el beso que nos dieron a su sombra
los labios nos abrasa.
Quién abriera paisajes
donde olvidar el alma...
Hay flores en el aire
que olvidan dar fragancia:
va envejecido mayo
y son ya todo filo las espadas.

Corazón, nos hirieron, nos hirieron.
Ya no nos queda nada
que dar, que recibir, que arrebatarnos.
Hemos oído tantas
frases de amor que ahora
se nos desploma sorda la esperanza...
Hoy se queman los últimos recuerdos
y se dicen las últimas palabras.



No quisiera pensar si no pensara que,
privado que fui de tu hermosura,
me olvidara de mí si te olvidara.



Sólo quien avance bajo el fardo,
más o menos agobiante,
de sus tinieblas y su sinceridad,
bajo el fardo de su verdad más honda,
sólo quien avance bajo su peso íntegro y sin disfraz,
logrará caminar por el sendero
que le llevará a sí mismo:
el único sendero
en que tropieza uno con la paz y el amor,
la gratitud y la sonrisa.
Y encontrará lo que todos febrilmente persiguen
sin dar jamás con ello:
la cristalina fuente de la serenidad y la alegría.
Una fuente que brota en el mismísimo punto
y el mismísimo instante
en que se logra la aprobación
de uno mismo tal como es,
la aprobación de la vida como es,
la aprobación del mundo.

"Ahora hablaré de mí"



Cuánto tardan, sin ti,
las olas en pasar...