viernes, 11 de mayo de 2012

Ángeles Mastretta

Ángeles Mastretta es una escritora y periodista mexicana que nació en Puebla (México) el 9 de octubre de 1949. Es una voz femenina que danza entre la prosa y el verso, una destacada escritora cuya pluma ha tejido relatos vibrantes que resuenan en el corazón de quienes los leen. Con una sensibilidad exquisita y un agudo sentido de la observación, Mastretta explora las complejidades del amor, la identidad y la vida cotidiana, transformando lo ordinario en extraordinario.
Su obra, rica en matices y emociones, es un reflejo de la realidad y la fantasía entrelazadas, donde sus personajes cobran vida con una autenticidad deslumbrante. Su voz se ha alzado como un faro de feminismo y resistencia, invitando a la reflexión sobre el papel de la mujer en la sociedad y la importancia de sus historias. Ángeles Mastretta no solo escribe, crea universos donde las palabras vibran y las experiencias se entrelazan, dejando una huella indeleble en la literatura contemporánea, y demostrando que cada relato es un viaje hacia la comprensión de nuestra humanidad compartida.







Olvidamos.
Para mal y para bien olvidamos.



Todo el que sabe adivina
que tras el silencio de un ángel
siempre hay una historia.
O muchas.



Hay gente que se quiere a tiempo,
a destiempo y todo el tiempo.








Hay presencias que nos marcan,
que nos cambian, que nos mejoran.





Escribo porque cuando ya no quepo en mí, necesito salir para ser otra persona y vivir todas las vidas.




jueves, 10 de mayo de 2012

Carlos Cano

José Carlos Cano Fernández, más conocido como Carlos Cano fue un cantautor y poeta andaluz que nació en Granada el 28 de enero de 1946 y falleció el 19 de diciembre de 2000. Carlos Cano, es el trovador de la vida cotidiana cuyas notas y letras vibraron con la esencia del folclore y la poesía. Su voz se alzó como un canto de amor a la tierra, sus gentes y su cultura, tejiendo un tapiz sonoro que evocaba recuerdos de la tradición y el presente.
Con un espíritu rebelde y una sensibilidad aguda, Cano convirtió sus canciones en puentes entre generaciones, llenas de crítica social y emociones profundas. Cada verso que brotaba de su garganta era un susurro de esperanza, una invitación a reflexionar sobre la vida, el amor y la memoria colectiva de su pueblo. Su obra, rica en matices y ritmos, no solo celebró la alegría y la fiesta, sino que también se adentró en las sombras de la injusticia y la nostalgia, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia cultural.
Carlos Cano, con su talento innato, dejó un legado musical que sigue resonando en el corazón de quienes buscamos en sus melodías la conexión con lo auténtico, recordándonos que la música es el lenguaje del alma, un refugio donde las historias se convierten en eternas.








    La canción me dio voz, me abrió ventanas, me apartó sombras, me hizo libre, me puso alas, venció fantasmas, me alimentó ternuras, me quitó el miedo a la soledad, me unió a la gente, me dio una luz, sentimiento, dolores y alegrías, alamedas, caminos, ideas, horizontes, esperanza, tierra, cielo y una luna clara para soñar.
        La canción me dio herramientas para el amor, fuego por dentro, instinto, rebeldía, compromiso, bastón de ciego, magia, utopía, mar de sueños, transparencias, corazón, estrellas para leer, melancolía, silencio.
Y lo más hondo de uno en lo más hondo de todos. Yo sólo puse el viento.  
   




De cómo Antonio Machado resucita
y limpia la casa de las sombras

¡Nadie se mueva!
¡Manos arriba!
¡Quédense quietos!
¡La poesía...!

¡Vayan saliendo
topos del nido,
que la alegría
os ha vencido!

Hay que ver lo que trae la razón:
Corazón.
Hay que ver lo que cuesta callar:
Vomitar.

¡Vamos Neruda
pase al siguiente!
Si se resiste,,
dele Picasso,
silencio y versos
de la montaña
y una paloma
con cuatro caras.

Hay que ver lo que trae la verdad:
Claridad.
Hay que ver lo que dice el clavel:
¡A por él!

Una paloma
con cuatro caras,
con quince ojos,
con veinte alas,
con mucho cielo,
con treinta bocas
y todas digan:
¡García Lorca!

Hay que ver lo que trae la verdad:
Libertad.



Aunque las cartas dicen que nací en el Ecuador hace 180 años, antes de ser golondrina y después de ser leopardo, yo nací a la forma de vida que me refiero en Granada, un 28 de enero de 1946. Por eso el espíritu rebelde que poseo es la señal de mi destino. Celoso de mi libertad, probablemente fue el terror, la violencia, la leche americana, la soledad, la tristeza, lo que dejó en mí esa manera melancólica de cantar. Aprendí en las estrellas que no hay nadie igual a otro.

Escapé de los cuchillos y del resentimiento. Tuve la dicha del olvido para poder vivir. Como un sentimental, conservé de aquel infierno la memoria, sólo los días luminosos, las campanas de la vela, las golondrinas de Plaza Nueva, los gomeros, el áspero sabor de la almecina, amarilla por dentro y negra por fuera, las rodillas de costra y tierra y alguna que otra pedrada que me dejó la vida en mi cabeza de pajarito, de volaera, de bulanicos...

Y soñaba... ¡Dios mío, como soñaba! Y bajaba los escalones de la calle de tres en tres. Y volaba... ¡Dios mío, como volaba! Y vencía a todo, y me escapaba por el bosque de la imaginación. Sabed que he sido brujo, escritor, cantante, morisco, gitano, bereber, sirena, gayamba, monjita de convento, bandolero, pirata, guerrillero, abogado de pobres, contrabandista y justiciero. Que me aferro al instinto cuando me traiciona la inteligencia. Que aprendí a cantar y a golpear las cuerdas de mi guitarra como si fueran barrotes de una prisión. Que gané una vez una dura batalla a la muerte, y que todavía espero que pase lo más importante de mi vida.






miércoles, 9 de mayo de 2012

Ángela Figuera Aymerich

Ángela Figuera Aymerich fue una escritora y poetisa española que nació en Bilbao el 30 de octubre de 1902 y falleció el 2 de abril de 1984 en Madrid. A lo largo de su vida, su pluma se convirtió en un faro de resistencia, iluminando las oscuridades de la injusticia social y las luchas de las mujeres.
Con un estilo que fusionaba la pasión con la reflexión, sus versos son un canto profundo a la vida, el amor y la dignidad humana. Su poesía es un espejo que refleja no solo sus propias vivencias, sino también las de un mundo en constante cambio, donde el sufrimiento y la esperanza coexisten en un delicado equilibrio.
Figuera Aymerich se adentró en la experiencia del exilio, el desarraigo y la búsqueda de identidad, convirtiendo su dolor en arte. En cada línea, su voz se alza como un grito de libertad, un llamado a la empatía y la justicia. Su legado perdura en el corazón de quienes encuentran en sus palabras la fuerza para seguir luchando por un mundo más humano, recordándonos que la poesía puede ser un refugio y una herramienta de cambio.







No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.

No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierren a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua,
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles,
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos,
que decreten lo que es poesía.

No quiero
amar en secreto,
llorar en secreto,
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO.




Sí, también yo quisiera ser palabra desnuda.
Ser un ala sin plumas en un cielo sin aire.
Ser un oro sin peso,
un soñar sin raíces,
un sonido sin nadie...
Pero mis versos nacen redondos como frutos,
envueltos en la pulpa caliente de mi carne.




Donde veas
que el látigo o la espada se levantan,
que la prisión redobla sus cerrojos,
que los fusiles amenazan a muerte,
acércate y, a pecho descubierto,
lanza un tremendo NO que salve al mundo