lunes, 8 de mayo de 2017

Ernestina de Champourcín





Las Sinsombrero fueron un grupo de mujeres artistas e intelectuales españolas de la Generación del 27 que desafiaron las normas sociales y culturales de su tiempo, reivindicando su derecho a una presencia pública y a la participación activa en la vida cultural, desenvolviéndose en campos diversos como la pintura, la literatura y la filosofía.
Aunque su contribución fue crucial para el desarrollo cultural de España, durante mucho tiempo su legado fue ignorado y eclipsado por sus contemporáneos masculinos, hasta que recientes esfuerzos empezaron a rescatar y reconocer su valiosa aportación al arte y la cultura.


Su vida y obra reflejan la profundidad y la riqueza de una época marcada por la agitación política, social y cultural, y entre estas artistas se encontraba Ernestina de Champourcín Morán de Loredo, poetisa española que nació el 10 de julio de 1905 en Vitoria-Gasteiz (Álava) en una familia acomodada y culta.


Desde temprana edad mostró un gran interés por la literatura y la poesía, influenciada por el ambiente intelectual que la rodeaba. Se educó en un entorno bilingüe, dominando tanto el castellano como el francés, lo que le permitió acceder a una vasta gama de lecturas y autores desde una edad temprana.


Se trasladó a Madrid en su juventud, examinándose como alumna libre de bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros y aunque quiso estudiar en la Universidad, finalmente no pudo hacerlo ante la oposición de su padre, aunque ello no le impidió compartir con los intelectuales de la República actividades como el Lyceum Club Femenino (del que fue secretaria) junto a María de Maeztu y Concha Méndez, proponiéndose con ello concienciar a la unidad de las mujeres, con el fin de que se ayudasen entre ellas en la lucha por intervenir en los problemas culturales y sociales de su tiempo, integrándose además, en el círculo de la Generación del 27, donde se encontraban Federico García Lorca, Rafael Alberti y Luis Cernuda, con quienes compartió inquietudes y proyectos literarios, además de hacerlo con Maruja Mallo y María Zambrano, entre otros grandes artistas e intelectuales. Fue en esa época cuando empezó a escribir y publicar sus primeros poemas, marcados por una sensibilidad lírica y una búsqueda constante de la belleza en el lenguaje.


Aunque menos conocida que su obra poética, la obra en prosa de Ernestina también es relevante, ya que publicó ensayos, artículos y relatos cortos que complementan su obra. Sus escritos en prosa abordan temas como la condición femenina, la identidad cultural y la espiritualidad, mostrando una faceta más analítica y reflexiva de su pensamiento.


La guerra Civil Española y la posterior dictadura franquista tuvieron un impacto profundo en la vida de Ernestina. En 1936 se casó con el también poeta Juan José Domenchina, secretario personal de Manuel Azaña, con el que tuvo que abandonar Madrid, iniciando un periplo que les llevó a Valencia, Barcelona y Francia, donde estuvieron viviendo en Toulouse Y París, hasta que finalmente, en 1939, fueron invitados por el diplomático y escritor mexicano Alfonso Reyes Ochoa, fundador y director de La casa de España en México, convirtiendo este país en el lugar definitivo de su exilio.


Durante este exilio, Ernestina continuó escribiendo y participando activamente en la vida cultural de la comunidad española en México. Su obra durante este periodo está marcada por la nostalgia, la pérdida y la búsqueda de sentido en medio de la adversidad.
El matrimonio no tuvo hijos y sobrellevaron de forma muy distinta el desgajamiento de sus raíces, ya que mientras Juan José no llevó bien su nueva vida como exiliado, muriendo en 1959, ella llegó a tener fuertes sentimientos de arraigo con su nueva patria.


En 1972, tras la muerte de su marido y el cambio en la situación política de España, Ernestina regresó a su país natal, donde fue recibida con un injusto silencio, pero a pesar de ello, continuó escribiendo, marcando una nueva etapa en su vida y obra, reflexionando sobre su experiencia en el exilio y la transformación personal que había experimentado.
Ernestina de Champourcín dejó un legado invaluable en la literatura española, siendo su obra poética una de las más importantes del siglo XX, siendo un referente para las generaciones posteriores de escritoras y poetas.


En 1989, recibió el Premio Euskadi de Literatura por el conjunto de su obra, un reconocimiento tardío pero merecido a su contribución a la literatura.
Falleció el 27 de marzo de 1999 en Madrid, dejando tras de sí una obra rica y profunda que continua siendo objeto de estudio y admiración.
Su vida y obra son un testimonio de la resistencia y la creatividad en tiempos difíciles y de adversidad, abriendo nuevos caminos para las mujeres en la literatura.






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