Marwan Abu-Tahoun Recio, conocido artísticamente como Marwan, es un cantautor y poeta español que nació el 5 de marzo de 1979 en Madrid.
Nadie sale ileso de una buena canción
Todos los gurús espirituales
los maestros en educación emocional
los psicólogos que hablan de no anclarse a nadie
los místicos que promulgan el camino de la autosanación
aquellos que miran por tu crecimiento personal
los expertos en autoestima
los que recomiendan ser fuerte
y depender sólo de uno mismo
tienen razón
pero yo soy más feliz cuando tú me miras.
Solo tu boca abre las puertas de la poesía.
TAL VEZ, UN DÍA DE ESTOS
Se vio obligado a vaciarse en cada encuentro, a darlo todo por ver los ojos de ella encenderse en su presencia. Lo hacía por miedo. Miedo de los dos. El miedo de ella era entregarse. El miedo de él a que no se entregara. Por eso él acababa dando todo, lo que le correspondía entregar a él y lo que le correspondía a ella. Se vaciaba para ver caer sus temores, lo daba todo para que no hubiera ninguna duda sobre ser o no merecedor de su amor. Pero el amor no se merece. Surge o no surge. Y si surge como surgió en este caso, luego hay que saltar las tapias del miedo, del miedo que ella sentía, que era un miedo gigante. Porque antes de él hubo otros nombres, hombres que dejaron su alma como una aldea saqueada, desengaños con forma de persona, demasiadas noches sin dormir, demasiados días sin abrazos. Aún le dolían los pies de pisar las promesas rotas que le hicieron sobre otras camas y así es difícil entregarse incluso cuando el amor te golpea en el vientre con su mirada bondadosa. Y no se sabe si hay solución. Depende de ella, del tiempo que tarde en darse cuenta del origen de sus miedos, del tiempo que tarde en darse cuenta de que no todos los hombres extienden cheques sin porvenir. Y depende de él -no conviene olvidarlo-, del tiempo que quiera darse en intentarlo, del tiempo que considere suficiente para rendirse.
Tal vez lo consigan, tal vez, un día de estos.
CONSIDERACIONES CON RESPECTO A LA CRISIS
(TEXTO PARA UN DÍA DE HUELGA)
La crisis descansa sobre los omóplatos de la clase obrera, curva la espalda del bienestar. Quien no aguanta el peso de los mercados se acaba doblando más aún, termina mordiendo el polvo.
La crisis se arroja como una bestia sobre las familias y destroza su descanso, zarpazo a zarpazo les va despojando de los derechos conquistados a la historia. Es un animal anticonstitucional, te quita el trabajo, te quita la casa, no todos somos iguales ante la ley. El hecho de manifestarse te convierte en enemigo a ojos del poder.
La crisis parte la sociedad por la mitad y la parte de tres trozos: los que pueden, los que apenas pueden y los que no pueden en absoluto. Y lo cambia todo de lugar, convierte al culpable en perdonado y hace al inocente asumir el sacrificio, le obliga a pagar delitos que no cometió.
También cambia el nombre de las cosas: a la prosperidad la llama carencia, a la clase media la denomina incógnita, al recorte de derechos lo apellida ajustes y las ayudas a los bancos parecen ser en realidad ayudas al pueblo.
La crisis está en muchos lugares, está en el bolso de las putas, en el monedero de las señoras de mi barrio, está en tu familia, en los carteles de SE VENDE, en los despidos improcedentes y en los necesarios, pero su domicilio principal está en las oficinas del paro donde hombres tristes aguardan a la palabra futuro sin saber de qué color vendrá vestido. Donde no está la crisis es en los consejos de ministros, en las pulseras de brillantes ni en la sonrisa del presidente de la patronal. Ahí no la vas a ver.
La crisis tacha la cartera al mileurista, le rebaja un veinte por ciento las bondades económicas y nos vuelve agradecidos ante un contrato precario. Es el rey Midas, convierte un contrato fijo en un milagro. Así es la crisis, convierte una hipoteca en una guillotina y un sueño familiar en un desahucio.
Y resulta que nadie conoce a nadie, que la crisis nos borra los lazos, nos deshermana, corta los cables de la solidaridad porque el miedo a la carencia hace al hombre separarse del hombre, lo convierte en avaro. La generosidad de repente se vuelve un artículo de lujo que muchos no se pueden permitir.
La crisis crea menos gasto y gastar menos crea más crisis. La crisis tiene vocación de pez que se muerde la cola a sí mismo, forma un círculo. Si seguimos su curso daremos una vuelta y otra vuelta y otra vuelta más y no conseguiremos salir de ella. Seremos cada vez más pobres.
Y es curioso que siendo una palabra tan en boca de los diputados de nuestro país, ninguno de ellos sepa verdaderamente qué cojones significa".
Hay personas cuya manera de amar
consiste en que formes parte de sus guerras
y no de sus paisajes.
Se vio obligado a vaciarse en cada encuentro, a darlo todo por ver los ojos de ella encenderse en su presencia. Lo hacía por miedo. Miedo de los dos. El miedo de ella era entregarse. El miedo de él a que no se entregara. Por eso él acababa dando todo, lo que le correspondía entregar a él y lo que le correspondía a ella. Se vaciaba para ver caer sus temores, lo daba todo para que no hubiera ninguna duda sobre ser o no merecedor de su amor. Pero el amor no se merece. Surge o no surge. Y si surge como surgió en este caso, luego hay que saltar las tapias del miedo, del miedo que ella sentía, que era un miedo gigante. Porque antes de él hubo otros nombres, hombres que dejaron su alma como una aldea saqueada, desengaños con forma de persona, demasiadas noches sin dormir, demasiados días sin abrazos. Aún le dolían los pies de pisar las promesas rotas que le hicieron sobre otras camas y así es difícil entregarse incluso cuando el amor te golpea en el vientre con su mirada bondadosa. Y no se sabe si hay solución. Depende de ella, del tiempo que tarde en darse cuenta del origen de sus miedos, del tiempo que tarde en darse cuenta de que no todos los hombres extienden cheques sin porvenir. Y depende de él -no conviene olvidarlo-, del tiempo que quiera darse en intentarlo, del tiempo que considere suficiente para rendirse.
Tal vez lo consigan, tal vez, un día de estos.
(TEXTO PARA UN DÍA DE HUELGA)
La crisis descansa sobre los omóplatos de la clase obrera, curva la espalda del bienestar. Quien no aguanta el peso de los mercados se acaba doblando más aún, termina mordiendo el polvo.
La crisis se arroja como una bestia sobre las familias y destroza su descanso, zarpazo a zarpazo les va despojando de los derechos conquistados a la historia. Es un animal anticonstitucional, te quita el trabajo, te quita la casa, no todos somos iguales ante la ley. El hecho de manifestarse te convierte en enemigo a ojos del poder.
La crisis parte la sociedad por la mitad y la parte de tres trozos: los que pueden, los que apenas pueden y los que no pueden en absoluto. Y lo cambia todo de lugar, convierte al culpable en perdonado y hace al inocente asumir el sacrificio, le obliga a pagar delitos que no cometió.
También cambia el nombre de las cosas: a la prosperidad la llama carencia, a la clase media la denomina incógnita, al recorte de derechos lo apellida ajustes y las ayudas a los bancos parecen ser en realidad ayudas al pueblo.
La crisis está en muchos lugares, está en el bolso de las putas, en el monedero de las señoras de mi barrio, está en tu familia, en los carteles de SE VENDE, en los despidos improcedentes y en los necesarios, pero su domicilio principal está en las oficinas del paro donde hombres tristes aguardan a la palabra futuro sin saber de qué color vendrá vestido. Donde no está la crisis es en los consejos de ministros, en las pulseras de brillantes ni en la sonrisa del presidente de la patronal. Ahí no la vas a ver.
La crisis tacha la cartera al mileurista, le rebaja un veinte por ciento las bondades económicas y nos vuelve agradecidos ante un contrato precario. Es el rey Midas, convierte un contrato fijo en un milagro. Así es la crisis, convierte una hipoteca en una guillotina y un sueño familiar en un desahucio.
Y resulta que nadie conoce a nadie, que la crisis nos borra los lazos, nos deshermana, corta los cables de la solidaridad porque el miedo a la carencia hace al hombre separarse del hombre, lo convierte en avaro. La generosidad de repente se vuelve un artículo de lujo que muchos no se pueden permitir.
La crisis crea menos gasto y gastar menos crea más crisis. La crisis tiene vocación de pez que se muerde la cola a sí mismo, forma un círculo. Si seguimos su curso daremos una vuelta y otra vuelta y otra vuelta más y no conseguiremos salir de ella. Seremos cada vez más pobres.
Y es curioso que siendo una palabra tan en boca de los diputados de nuestro país, ninguno de ellos sepa verdaderamente qué cojones significa".
consiste en que formes parte de sus guerras
y no de sus paisajes.
Tocarte es dar de baja a la tristeza
y vivir sin ti un trampolín hacia la nada.
LA GRAN BATALLA DEL MUNDO
Cada vez que una madre acaricia a su hijo.
Cada vez que una persona devuelve el cambio de más que el tendero le dio por error.
En cada llamada a alguien que de verdad lo necesita.
En las manos de un enfermero que gasta los mejores años de su vida cuidando de otros que tuvieron menos suerte.
Cada vez que respiras un segundo tras un ataque frontal y no devuelves los misiles.
Cada vez que dimite avergonzado un ministro por coherencia ante un error inasumible.
Cada vez que una señora es ayudada a cruzar la calle.
En la noticia en que se dona la patente de una vacuna milagrosa que salvará de la muerte a África.
En el hombre que despierta deseando el bien en todas partes.
En la cabeza de quien respeta a quien camina por la otra orilla política, en las antípodas de su ideología.
En el clic del donante anónimo en la web de una ONG que confirma veinte euros al mes.
Cada vez que esto sucede, en todos estos lugares la luz está arrinconando a la oscuridad.
Conviene acordarse de esto de vez en cuando, porque a menudo pensamos que la vida es solamente lo otro,
la ausencia absoluta de belleza,
el egoísmo, el agravio y la condena
El día pasará y la vida seguirá,
ganarán los mismos
perderán los de siempre
y quizá, si eres paciente,
si dejas de correr -y te perdonas-
la vida deja de ser ese autobús
que se escapa justo cuando llegabas a la parada.
El día pasará y la vida seguirá,
ganarán los mismos
perderán los de siempre
y quizá, si eres paciente,
si dejas de correr -y te perdonas-
la vida deja de ser ese autobús
que se escapa justo cuando llegabas a la parada.
Si fueras el tiempo
serías el instante
donde quiero quedarme a vivir
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