Perdón por navegar en noches oscuras, metiendo los pies en el inquietante fango de la soledad que anida en algunos corazones, con el único fin de darte la mano y ganar batallas a tu lado.
Perdón si no me doblego y levanto la cabeza para salir del pozo, sedienta de luz, de risas y sinfonías de colores que dibujan las tierras a través de tu mirada tan llena de verdad.
Perdón si me enamoro de quien no debo a los ojos de quienes bendicen a los opresores de misa de domingo y tiranos de corbata y traje negro, pero ella es el nombre que murmuran mis labios mientras su manos se enredan entre mis piernas y yo me ciño a sus caderas.
Perdón si me levanto cada vez que me caigo, y sigo cantando aún con la voz rota, y sigo bailando aún con los párpados hinchados, y sigo riendo para mantener vivos los sueños.
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