sábado, 12 de abril de 2025

Mientras se agota el corazón


Mientras se agota el corazón,
yo sigo aquí,
respirando entre ruinas,
mordiendo palabras
que no quiero tragar.

Hay días en que amar es una guerra,
y ser mujer
y ser voz en mitad del ruido.
Todo pesa.
Todo arde.
Todo sangra.

El mundo cae a trozos
y mientras se agota el corazón,
otros bailan sobre nuestros muertos,
otros firman acuerdos
que nunca nos nombran,
y nosotras…
nosotras seguimos pariendo vida
aunque nos la arranquen de cuajo.

Nos levantamos con las pestañas rotas,
pero seguimos.
Nos quitan casa, nombre, bandera,
pero seguimos.
Nos niegan, nos borran,
nos queman en silencio,
pero seguimos.

No hay tregua en esta piel
que aprendió a resistir
desde que supo amar
como no querían que amara.

Y aunque el pecho se vacíe
como un cántaro seco,
aunque las lágrimas escaseen
como pan en guerra,
aún late.
Aún queda.
Aún resiste.

Mientras se agota el corazón,
yo escribo.
Para no ceder.
Para no olvidar.
Para no rendirme.

Porque a pesar del miedo,
del cansancio,
del mundo que se derrumba,
sigo eligiendo el amor
como mi forma más feroz
de lucha.

SsJ




Nos están matando


Nos están matando
y el mundo cambia de canal.
Como si la sangre tuviera subtítulos,
como si el llanto se pudiera silenciar
con otro clic.

Nos están matando
bajo los escombros del silencio,
con bombas que no discriminan
ni cunas,
ni pechos,
ni nombres.

Nos están matando
y aún así hay quien pregunta
si somos humanos.
Nos diseccionan la dignidad
en debates sin alma,
como si la muerte necesitara contexto.

Nos están matando
y mientras tú decides si compartir o no,
alguien muere con el nombre
que nunca aprenderás a pronunciar.

Gaza no es un titular.
Es una cuna rota.
Un cuaderno calcinado.

Gaza no es un conflicto.
Es una masacre cronometrada,
una limpieza con firma internacional.

Nos enseñaron a llorar por unos
y a justificar la muerte de otros.
Nos dijeron que algunas vidas
valen menos,
duelen menos,
importan menos.


Pero yo no trago
sangre envuelta en diplomacia,
ni paz con condiciones,
ni derechos humanos con asteriscos.

En Gaza no queda refugio.
Ni túnel,
ni escuela,
ni hospital,
ni rincón del alma
que no haya sido bombardeado.

Yo no nací para callar.
Yo no quiero palabras bonitas.
Quiero justicia.
Quiero memoria.
Quiero que el mundo mire de frente
y se avergüence.

Reclamo mi rabia,
mi derecho a gritar,
mi deber de no callarme.

Nos están matando.
Y yo no puedo —no quiero—
mirar hacia otro lado.

SsJ




Volaron las palabras


Se abrió el cielo en mi pecho
como un cuenco sin fondo,
y de allí —sin permiso—
volaron las palabras.

No supe si eran pájaros,
mariposas o cenizas,
solo sé que se fueron
con tu nombre entre las alas.

La noche me hablaba en espejos,
en charcos de luna quebrada,
y tus dedos —aquellos que no olvidé—
me rozaban aún en el humo del sueño.

Mi lengua tejía jardines
en la forma imposible de tu espalda,
pero tú eras viento,
eras agua, eras nadie, eras todas.

Me escondí en las sílabas suaves
de un poema que nunca escribí,
y tú, mi amor de mil vidas,
te deslizabas por entre los versos
como quien no quiere quedarse.

Volaron las palabras.
Se fueron, sí. Pero dejaron migas,
miguitas de beso,
miguitas de rabia,
miguitas de aquella primera vez
que me sentí viva en tu mirada.

En mis sueños habitas
una casa hecha de voz y silencio.
Allí no hay fronteras, ni miedo,
ni nombre que nos quite el amor.

Volaron las palabras.
Y en su vuelo,
me encontré
con tu nombre escrito en mi pecho.

SsJ