Gabriel José de la Concordia García Márquez, más conocido como Gabriel García Márquez, fue un escritor, guionista, editor y periodista colombiano que nació en Aracataca el 6 de marzo de 1927. Fue criado por sus abuelos maternos, y heredó de ellos la pasión por las historias y la manera mágica de mirar el mundo. Tras la muerte de su abuelo y la enfermedad de su abuela, se mudó con sus padres y más tarde, estudió en internados donde empezó a dar sus primeros pasos en la escritura.
Aunque intentó estudiar Derecho para complacer a su padre, la vida —y su vocación— lo llevaron por el camino del periodismo y la literatura. El Bogotazo cambió su rumbo y lo lanzó de lleno a contar historias. Se casó con Mercedes Barcha, su gran amor y juntos formaron una familia que lo acompañó en todos sus viajes y exilios.
La vida lo llevó de Colombia a Nueva York y de allí a México, donde escribió las novelas que lo hicieron inmortal. A pesar de la enfermedad que le diagnosticaron en 1999, siguió soñando con palabras hasta su muerte el 17 de abril del 2014 en México D.F.
Hoy, su casa de Aracataca, convertida en museo, sigue guardando los ecos de aquel niño que aprendió a ver la vida como un milagro cotidiano. Porque si algo hizo García Márquez fue eso: reinventar la vida con su literatura.
Sólo porque alguien no te ame como tú quieres,
no significa que no te ame con todo su ser.

Yo diría que el machismo,
tanto en los hombres como en las mujeres,
no es más que la usurpación
del derecho ajeno.
Así de simple.

La memoria del corazón
elimina los malos recuerdos
y magnifica los buenos,
y gracias a ese artificio,
logramos sobrellevar el pasado.

Viajar es regresar.

La vida no es la que uno vivió,
sino la que uno recuerda
y cómo la recuerda para contarla.

Se te hizo fácil olvidarme,
reemplazar las horas y los recuerdos,
reinventar caricias en otros labios.
Se te hizo fácil.
Pero ya me acostumbré a esto de no hablarte,
a no esperarte,
a no insistir.
Te olvido de a poco,
pero a veces suelo ser tan frágil como el llanto
y te extraño.

Le parecía tan bella, tan seductora, tan distinta de la gente común, que no entendía por qué nadie se trastornaba como él con las castañuelas de sus tacones en los adoquines de la calle, ni se le desordenaba el corazón con el aire de los suspiros de sus volantes, ni se volvía loco de amor todo el mundo con los vientos de su trenza, el vuelo de sus manos, el oro de su risa.

- ¡Qué lejos estamos!, suspiró
- ¿De qué?
- De nosotros mismos
Ni el amor es una jaula, ni la libertad es estar solo.
El amor es la libertad de volar acompañado, es dejar ser sin poseer.

Y si un día no tienes ganas de hablar con nadie, llámame... estaremos en silencio.
Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quienes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma.
No es verdad que las personas dejen de perseguir sus sueños porque se hacen viejas, sino que se hacen viejas porque dejan de perseguir sus sueños.
La distancia no es un problema. El problema somos los humanos, que no sabemos amar sin tocar, sin ver o sin escuchar. Y el amor se siente con el corazón, no con el cuerpo.



- ¿De qué?
- De nosotros mismos
Ni el amor es una jaula, ni la libertad es estar solo.
El amor es la libertad de volar acompañado, es dejar ser sin poseer.
Y si un día no tienes ganas de hablar con nadie, llámame... estaremos en silencio.
Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quienes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma.
No es verdad que las personas dejen de perseguir sus sueños porque se hacen viejas, sino que se hacen viejas porque dejan de perseguir sus sueños.
La distancia no es un problema. El problema somos los humanos, que no sabemos amar sin tocar, sin ver o sin escuchar. Y el amor se siente con el corazón, no con el cuerpo.
Alcanzó a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común y alcanzó a decirle con el último aliento: - Sólo Dios sabe cuánto te quise.

Cuenta que todavía hay esperanza, que la vida es más eterna que la muerte, cuenta que debemos seguir persiguiendo nuestros sueños, que debemos corregir nuestros errores, que debemos hacernos dignos y que, aunque lleguen los tiempos del cólera, habrá un espacio para el amor, para cumplir los sueños, para la felicidad.
Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra.
Lo importante que es encontrar a alguien que, a estas alturas de la vida, te regale las primeras veces.
Un niño como yo
(Minicuento)
Un niño de unos cinco años que ha perdido a su madre entre la muchedumbre de una feria se acerca a un agente de policía y le pregunta: "¿No ha visto usted a una señora que anda sin un niño como yo?".
¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?
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