sábado, 1 de junio de 2013

Ernesto Sabato

Ernesto Sabato fue un escritor, ensayista, físico y pintor argentino, que nació en Rojas (Argentina) el 24 de junio de 1911 y falleció el 30 de abril de 2011 en Santos Lugares (Argentina). Aunque en un principio se dedicó a la ciencia, con estudios en física y matemáticas, terminó abandonando ese camino para dedicarse de lleno a la literatura.
Además de su trabajo como novelista, Sábato tuvo una fuerte presencia en la vida pública de Argentina y en los años 80, tras la dictadura militar, encabezó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que documentó los crímenes de la dictadura en el informe Nunca más.
Su estilo era intenso, reflexivo y muchas veces pesimista, con un enfoque filosófico sobre la existencia humana. A pesar de su visión crítica del mundo, también creía en la capacidad de las personas para buscar la verdad y la justicia.





Me pregunto en qué clase de sociedad vivimos,
qué democracia tenemos
donde los corruptos viven en la impunidad,
y al hambre de los pueblos se la considera subversiva.




Lo admirable es que el hombre
siga luchando
y creando belleza
en medio de un mundo
bárbaro y hostil.




Hay una manera
de contribuir a la protección de la humanidad,
y es no resignarse.



No hay casualidades sino destinos.
No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón.


"Sobre héroes y tumbas"



A la vida le basta el espacio de una grieta para renacer.




Y él había suspirado entonces y ella le había dicho "qué". Y él le había respondido "nada", como respondemos cuando estamos pensando "todo".



Tenemos que reaprender lo que es gozar. Estamos tan desorientados que creemos que gozar es ir de compras. Un lujo verdadero es un encuentro humano, un momento de silencio ante la creación, el gozo de una obra de arte o de un trabajo bien hecho. Gozos verdaderos son aquellos que embargan el alma de gratitud y nos predisponen al amor.



Siempre entendemos demasiado tarde a los seres que más cerca están de nosotros.




No eran las ideas las que salvaban al mundo, no era el intelecto ni la razón, sino todo lo contrario: aquellas insensatas esperanzas de los hombres, su furia persistente para sobrevivir, su anhelo de respirar mientras sea posible, su pequeño, testarudo y grotesco heroísmo de todos los días frente al infortunio.




Porque felizmente (pensaba) el hombre no está solo hecho de desesperación sino de fe y esperanza; no solo de muerte sino también de anhelo de vida; tampoco únicamente de soledad sino de momentos de comunión y amor.





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