viernes, 8 de junio de 2018

Elvira Sastre

Elvira Sastre es una poetisa, escritora, filóloga y traductora literaria española que nació en 1992 en Segovia.





Y ya sabes
que a mí me gusta acabar los poemas
con el verso perfecto,
ese que empieza en un papel
y acaba en tu boca



A ti podría decirte
que para mí
cualquier lugar
es mi casa
si eres tú
quien abre
la puerta.



Que fiesta de gala
la de tu amor cayendo sobre el mío
como un baile tras mi ventana
sin invierno y sin ropa.



Si quieres nos tropezamos
y lo llamamos destino.



Si pudiera,
mi amor,
convertiría todo lo que ahora es
singular
en plural.

Pero no puedo,
así que has de conformarte
con lo único que puedo hacer:
quererte
-no el doble, ni por dos, ni al cuadrado,
sino con la fuerza de un ejército
de tres mil latidos y doscientos litros de sangre
que queriéndote dar más de lo que tiene
te da todo lo que es-.



Libre

Quería que supieras
que mi daño es algo que sólo elijo yo.

Que me dejo mecer por tus empujones
como si fueran viento que me coloca lejos de ti
porque todas mis puertas están abiertas
y yo soy libre.

Que el odio
es el disfraz de una piel, el reverso de un cuerpo,
y desde lejos
tu cara se intuye del revés,
perdida,
y no hay nada peor que sentirse perdido
dentro de uno mismo.

Que tus intentos de quebrarme el paso
solo consiguieron hacerme pisar más fuerte,
y cuanto más lejos te colocas
más cerca estoy de mí misma.

Que quisiste taparme los ojos
y hundirme,
pero mi mirada está más cerca del mar
que de tu suelo.
Y te lo repito:
soy libre.

Que solo aquel que entiende mi silencio
merece mi palabra,
y tu hace tiempo que dejaste de comprender
que lo que difiere de un hogar
y un sitio al que volver
es la puerta abierta.
Tu puerta cerrada
es la entrada a mi casa.

Que quisiste quitarme todo
y te quedaste sin mí.

Que mi risa fue tu risa
y algún día nuestras lágrimas fueron una,
pero dejaron de hablar el mismo idioma
cuando tus sonrisas
fueron balas contra mi pena,
cuando tu tristeza
arremetió ahogada contra mi alegría.

Que siempre colocaré la verdad
frente a mis huellas,
que no daré respuestas
a quien no acepta mis preguntas,
que no iré a aquel lugar
en el que no me reconozca,
que no daré la mano
al que me señala con el dedo.

Que nunca me perdiste:
dejaste que me fuera,
que es la peor forma que existe de abandono.
Para el que se queda.
Y esa será tu mayor condena.


Pero no,
no diré nada que enturbie mi paz,
que moleste la duna calmada
que reside en mi conciencia.

Mejor me voy
sin decir nada que no sea un espacio vacío
- lo que te mereces: nada -,
porque irse en silencio hace más ruido
que cualquiera de tus gritos.

Y yo ya he pasado de canción



Alguien que entienda lo que quiero decir
cuando me quedo callada.





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