Isabel Allende Llona es una escritora chilena, que nació en Lima (Perú) el 2 de agosto de 1942. Su vida y obra se entrelazan con la historia de su tierra y de toda América Latina. Su escritura no solo narra historias, crea mundos donde la realidad y la fantasía conviven en una danza hipnótica, revelando lo mágico que existe en lo cotidiano. Allende es una maestra del realismo mágico, una corriente literaria que ella ha sabido hacer suya con una voz única y profundamente humana.
A lo largo de su carrera, ha escrito numerosas novelas que nos transportan desde los rincones más oscuros de la historia de su país hasta los dilemas de la diáspora latinoamericana. En cada una de sus páginas late una profunda sensibilidad, un talento para explorar las emociones humanas, tejiendo relatos que nos tocan el corazón mientras nos hacen reflexionar sobre el poder de la memoria, la identidad y el amor. Isabel Allende posee una prosa poética que captura el alma de los personajes, y su capacidad para mezclar lo real con lo fantástico nos recuerda que, muchas veces, la verdad y los sueños se entrelazan en nuestra propia vida.
Pero Allende no solo es escritora, también es una mujer profundamente comprometida con su tiempo. Ha dedicado gran parte de su vida a la defensa de los derechos de las mujeres y a causas humanitarias, llevando su activismo más allá de las páginas de sus libros. Su lucha por la igualdad y la justicia refleja la valentía de sus personajes y su creencia en el poder del cambio.
Isabel Allende, con su estilo lleno de luz y sombras, es una narradora que no teme adentrarse en las emociones más profundas ni en las historias más complejas. Nos recuerda, en cada libro, que las historias tienen el poder de transformar y que, a través de ellas, podemos entender mejor el mundo y, sobre todo, a nosotros mismos.
Esta es la historia de una mujer y un hombre que se amaron en plenitud, salvándose así de una existencia vulgar. La he llevado en la memoria cuidándola para que el tiempo no la desgaste, y es sólo ahora, en las noches calladas de este lugar, cuando puedo finalmente contarla. Lo haré por ellos y por otros que me confiaron sus vidas diciendo: toma, escribe, para que no lo borre el viento.
Ella notó el cambio en sus respiración, levantó la cara y lo miró. En la tenue claridad de la luna cada uno adivinó el amor en los ojos del otro. La tibia proximidad de Irene envolvió a Francisco como un manto misericordioso. Cerró los párpados y la atrajo buscando sus labios, abriéndolos en un beso absoluto cargado de promesas, síntesis de todas las esperanzas, largo, húmedo, cálido beso, desafío a la muerte, caricia, fuego, suspiro, lamento, sollozo de amor. Recorrió su boca, bebió su saliva, aspiró su aliento, dispuesto a prolongar aquel momento hasta el fin de sus días, sacudido por el huracán de sus sentidos, seguro de haber vivido hasta entonces nada más que para esa noche prodigiosa en la cual se hundiría para siempre en la más profunda intimidad de esa mujer. Irene miel y sombra, Irene papel de arroz, durazno, espuma, ay Irene la espiral de tus orejas, el olor de tu cuello, las palomas de tus manos, Irene, sentir este amor, esta pasión que nos quema en la misma hoguera, soñándote despierto, deseándote dormido, vida mía, mujer mía. No supo cuanto más le dijo ni que susurró ella en ese murmullo sin pausa, ese manantial de palabras al oído, ese río de gemidos y sofocos de quienes hacen el amor amando.
Ya estamos todos en edad de tirar por la borda los sentimientos que no nos sirven para nada y quedarnos sólo con aquellos que nos ayudan a vivir.
Al final sólo se tiene lo que se ha dado.
Todos tenemos demonios en los rincones oscuros del alma, pero si los sacamos a la luz,
los demonios se achican, se debilitan, se callan y al fin nos dejan en paz.
Todos tenemos adentro una insospechada reserva de fortaleza que emerge cuando la vida nos pone a prueba.
No hagas un inventario de lo que te falta,
sino de lo que tienes.
La muerte no existe, hija. La gente solo se muere cuando la olvidan -me explicó mi madre poco antes de partir-. Si puedes recordarme, siempre estaré contigo.
"Eva Luna"
Escribamos lo que no debe ser olvidado.
Escribir es un proceso, un viaje a la memoria y al alma.
Quienes buscan la verdad corren el riesgo de encontrarla.
Las raíces no están en el paisaje, ni en un país, ni en un pueblo, están dentro de tí.
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