lunes, 8 de octubre de 2012

Alejandra Pizarnik

Flora Alejandra Pizarnik fue una poeta, ensayista y traductora argentina que nació en Avellaneda (Argentina) el 29 de abril de 1936 y falleció el 25 de septiembre de 1972.
Está considerada una de las voces más importantes de la poesía argentina del siglo XX, explorando a lo largo de su carrera temas como la soledad, la identidad, el amor y la muerte, utilizando un estilo introspectivo y profundamente emotivo.
Comenzó a escribir poesía a muy temprana edad publicando su primer libro en 1955 y su poesía se caracteriza por una lucha constante con la autenticidad y la expresión personal.
Pizarnik también incursionó en la prosa, escribiendo ensayos y diarios íntimos que reflejaban perfectamente sus inquietudes artísticas y personales.
A lo largo de su vida luchó contra la depresión, lo que suele verse reflejado en su obra y tristemente se quitó la vida con 36 años dejando un legado literario inmenso, que sigue siendo inspirador, emocionandonos con su lenguaje evocador y su capacidad para transmitir.








Cúrame del vacío




Escribes poemas
porque necesitas un lugar
en donde sea lo que no es.




Alguna vez de un costado de la luna,
verás caer los besos que brillan en mí.
Más allá del olvido.




Ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada.




Soy mujer.
Y un entrañable calor me abriga
cuando el mundo me golpea.
Es el calor de las otras mujeres,
de aquellas que no conocí,
pero forjaron un suelo común,
de aquellas que amé aunque no me amaron,
de aquellas que hicieron de la vida
este rincón sensible, luchador,
de piel suave y tierno corazón guerrero.



Y tendremos lejos los relojes y no nombraremos al tiempo. Y haré poemas que iluminarán todos los silencios.



Su sonrisa atraviesa paredes y distancias...



Alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va.



Alguna vez volveremos a ser



Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.



Que bellezas guardan aquellos que no encuentran su lugar entre tanta gente; no es soledad, es un privilegio no encajar.



Yo no sé de pájaros, no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.



A veces también se me acaban las sonrisas para ti, a veces también se me acaban las ganas de escribirte. Pero te amo, ojalá lo entiendas, siempre te amo, pero a veces mis abrazos no tienen calor y mi boca no sabe que decir.



Escribir un poema es reparar la herida fundamental, el desgarro. Porque todos estamos heridos.



Nada más intenso que el terror de perder la identidad.





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