martes, 4 de septiembre de 2012

Joaquín Sabina

Joaquín Ramón Martínez Sabina, conocido artísticamente como Joaquín Sabina es un cantautor español que nació en Úbeda (Jaén) el 12 de febrero de 1949.
Joaquín Sabina es un poeta disfrazado de cantautor, un alquimista de palabras que ha hecho de las noches de Madrid su musa y de la vida bohemia su mejor canción. Con su voz rasgada, como de madrugada eterna y su estilo desenfadado, ha creado un universo donde lo cotidiano se vuelve mágico, y lo oscuro, bello. Sus letras están llenas de personajes que parecen salidos de un cuadro de café a medianoche: perdedores encantadores, amantes de paso, y soñadores rotos que se levantan una y otra vez.
Sabina no canta para agradar, canta para decir lo que muchos piensan pero no se atreven a confesar. Cada verso suyo tiene una carga de ironía, una verdad incómoda que acaricia el alma y deja una huella. Su guitarra suena a calle, a vino barato, a bares que cierran tarde, y sus canciones, a diferencia de otros, no son solo melodías, son pequeñas historias que siempre llevan un toque de nostalgia y una risa socarrona.
Es un contador de historias, de esas que viven entre el amor y el desamor, entre lo sublime y lo terrenal, un maestro de la contradicción, capaz de mezclar la alegría y la tristeza en una misma línea, haciendo que quien le escucha sonría mientras sus ojos se humedecen. Sabina es eso, un cronista de la vida que no se olvida de lo bueno ni de lo malo, un trovador que ha convertido su vida en una obra de arte agridulce, pero siempre sincera.







Noches de boda


Que el maquillaje no apague tu risa,

que el equipaje no lastre tus alas,
que el calendario no venga con prisas,
que el diccionario detenga las balas.

Que las persianas corrijan la aurora

que gane el quiero la guerra del puedo,
que los que esperan no cuenten las horas,
que los que matan se mueran de miedo.

Que el fin del mundo te pille bailando,

que el escenario me tiña las canas,
que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
ni ciento volando, ni ayer ni mañana.

Que el corazón no se pase de moda,

que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel.



Que las verdades no tengan complejos,
que las mentiras parezcan mentira,
que no te den la razón los espejos,
que te aproveche mirar lo que miras.

Que no se ocupe de ti el desamparo,

que cada cena sea tu última cena,
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.

Que no te compren por menos de nada,

que no te vendan amor sin espinas,
que no te duerman con cuentos de hadas,
que no te cierren el bar de la esquina.

Que el corazón no se pase de moda,

que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel.



La poesía huye, a veces,

de los libros para anidar extramuros,
en la calle, en el silencio, en los sueños,
en la piel, en los escombros,
incluso en la basura.



Que se llama soledad

Alguna veces vuelo
y otras veces
me arrastro demasiado a ras del suelo,
algunas madrugadas me desvelo
y ando como un gato en celo
patrullando la ciudad
en busca de una gatita
en esa hora maldita
en que los bares a punto están de cerrar,
cuando el alma necesita
un cuerpo que acariciar.

Alguna veces vivo
y otras veces
la vida se me va con lo que escribo,
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo
que te arañe el corazón,
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.

Y alguna veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.


Algunas veces gano
y otras veces
pongo un circo y me crecen los enanos,
algunas veces doy con un gusano
en la fruta del manzano
prohibido del padre Adán
o duermo y dejo la puerta
de mi habitación abierta
por si acaso se te ocurre regresar.
Más raro fue aquel verano
que no paró de nevar.

Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.



A mi me gusta comer de verdad, beber de verdad, besar de verdad, hablar de verdad, enamorarme de verdad y cuando pones tanto en esas cosas lo normal es que salgas lleno de cicatrices. Son pruebas de que has vivido.



Todos, alguna vez, fuimos amores pasajeros
de trenes que no iban a ningún lado.






Antonio Machado

Antonio Machado Ruiz nació el 26 de julio de 1875 en Sevilla. Fue una de las voces más jóvenes y brillantes de la Generación del 98, un poeta que dejó una huella indeleble en la literatura española. Al principio de su trayectoria se sintió atraído por los destellos del modernismo, un estilo que compartió con su hermano Manuel, sin embargo, con el paso del tiempo, Machado se despojço de esos ornamentos estilísticos para abrazar una poesía más íntima, profunda y reflexiva.
Su obra se impregnó de un lirismo que resonaba con la sensibilidad romántica, pero su mirada fue mucho más allá de las emociones individuales. Se convirtió en un poeta del ser humano, del tiempo que nos envuelve, de la naturaleza que nos habla y del alma que busca respuestas en medio del misterio de la vida. La sencillez de su lenguaje escondía verdades universales conectando con lo popular y el paisaje español, transmitiendo una melancolía suave que nos sigue envolviendo como un susurro atemporal.
La poesía de Machado, siempre impregnada por un profundo amor por su tierra y una inquietud por los grandes temas de la existencia, se hizo eco en los círculos intelectuales de su época, dejando un legado que aún hoy nos inspira. Aunque sus pasos se detuvieron en Colliure, donde murió en el exilio, su palabra sigue viajando, tocando nuestras almas con la misma frescura y profundidad de antaño. Machado no es solo un poeta del pasado, es una voz que sigue susurrando belleza en el presente.








Cuando nos vimos por primera vez,

no hicimos sino recordarnos.
Aunque te parezca absurdo,
yo he llorado cuando tuve conciencia de mi amor hacia ti,
por no haberte querido toda la vida.



Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.



Los que están de vuelta de todo 
son los que no han ido a ninguna parte.





Todo necio confunde valor con precio.



Descubrí el secreto del mar 
meditando sobre una gota de rocío.



Huid de escenarios, púlpitos,
plataformas y pedestales.
Nunca perdáis contacto con el suelo;
porque sólo así
tendréis una idea aproximada
de vuestra estatura.



Hoy es siempre todavía.



En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva.



Late corazón... No todo
se lo ha tragado la tierra



Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.



Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.



-Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa».

El alumno escribe lo que se le dicta.

- Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno, después de meditar, escribe: «Lo que pasa en la calle».


"Juan de Mairena: sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo"



En cuestiones de cultura y de saber,
solo se pierde lo que se guarda,
solo se gana lo que se da.



El arma más destructiva que utiliza el fascismo es la mentira.






Octavio Paz

Octavio Irineo Paz y Lozano fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, que nació el 31 de marzo de 1914 en Ciudad de México. Al igual que un águila que surca los cielos, se alzó como una de las más eminentes figuras literarias del siglo XX. Su pluma, un puente entre lo tangible y lo etéreo, le otorgó el Premio Cervantes en 1981 y el Nobel de Literatura en 1990, sellando su nombre en el firmamento de las letras.
Paz no fue solo un tejedor de versos, su espíritu indomable lo llevó a adentrarse en los laberintos de la política y la diplomacia. Como embajador de México en la India, entre otros destinos, su voz resonó en los ecos de la justicia y la libertad, defendiendo con fervor los derechos humanos en un mundo muchas veces ensombrecido por la opresión.
Su muerte, el 19 de abril de 1998, marcó el silencio de un gran poeta, pero su legado, como un río que nunca cesa, sigue fluyendo en la literatura contemporánea. La profundidad de su obra, rica en matices y reflexiones, continúa siendo objeto de estudio y admiración en cada rincón del planeta, recordándonos que las palabras pueden transformar realidades y que el eco de su voz jamás se extinguirá.







Aprender a dudar es aprender a pensar.



Un mundo nace
cuando dos se besan.



Bajo las rotas columnas,
entre la nada y el sueño,
cruzan mis horas insomnes
las sílabas de tu nombre.



Las masas humanas más peligrosas 
son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado
el veneno del miedo...
del miedo al cambio.




Unos lloran con lágrimas;
otros con pensamientos.



Decir, hacer

Entre lo que veo y digo,
entre lo que digo y callo,
entre lo que callo y sueño,
entre lo que sueño y olvido,
la poesía.
Se desliza entre el sí y el no,
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?
Idea palpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Tiene reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
las palabras se abren.



Los seres humanos
podemos ser felices por un instante,
pero un instante es una ventana hacia la eternidad.



Cada poema es único.
En cada obra late, con mayor o menor grado,
toda la poesía.
Cada lector busca algo en el poema.
Y no es insólito que lo encuentre:
Ya lo llevaba dentro.



El mundo cambia
si dos se miran y se reconocen.



Epitafio para un poeta

Quiso cantar, cantar
para olvidar
su vida verdadera de mentiras
y recordar
su mentirosa vida de verdades.



La libertad no necesita alas,
lo que necesita es echar raíces.



Escribir, quizá, no tiene más justificación que tratar de contestar a esa pregunta que un día nos hicimos y que, hasta no recibir respuesta, no deja de aguijonearnos.



Quien ha visto la esperanza, no la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres.



El amor es escándalo, desorden, transgresión: el de dos astros que rompen la fatalidad de sus órbitas y se encuentran en la mitad del espacio.