Albert Espinosa i Puig es un escritor, guionista, autor teatral, actor, director de cine e ingeniero industrial nacido el 5 de noviembre de 1973 en Barcelona. Su vida, como su obra, es un viaje cargado de matices, donde la luz y la sombra se entrelazan en una danza constante, y donde cada paso parece estar marcado por una búsqueda incansable de la verdad emocional.
Espinosa no solo escribe, sino que convierte cada palabra en un latido, cada historia en una respiración profunda. Sus guiones, sus libros, su teatro, son todos ellos ventanas abiertas a una visión del mundo donde lo extraordinario surge de lo cotidiano, donde la fragilidad humana se celebra en lugar de esconderse. Su voz, cercana y luminosa, ha resonado en corazones de todas las edades, invitando a sus lectores y espectadores a encontrar belleza en la imperfección, a reír y llorar sin temor.
Como guionista, ha sido capaz de construir universos íntimos y potentes, donde los personajes no son héroes, sino personas comunes que se enfrentan a lo imposible con una mezcla de valentía y vulnerabilidad. En su faceta como director de cine y autor teatral, ha sabido llevar a escena la autenticidad de las emociones, creando obras que no solo se ven, sino que se sienten profundamente.
Y más allá del arte, está su faceta de ingeniero industrial, una carrera que parece distante del mundo creativo, pero que en Espinosa se convierte en otro engranaje más de su vasta capacidad de imaginar, de construir, de transformar. Albert Espinosa es, en esencia, un arquitecto de emociones, un tejedor de historias que, como la vida misma, están llenas de giros inesperados, de luces que brillan en los rincones más oscuros.
Que forma más preciosa de comenzar.
Basta de justificarse con las palabras.
Basta de sufrir por lo que piensan los otros.
Basta de tratar a la gente diferente,
nadie es más que nadie.
Basta de jugar con reglas que no creaste ni comprendes.
Basta de correr, de ir con prisa porque el presente es donde estás en ese justo instante.
Basta de aspirar a ser el mejor.
Basta de la tiranía de los débiles.
¡Basta, basta, basta!
Las cicatrices de los miedos
son fruto de las caricias perdidas.
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