sábado, 7 de julio de 2012

Un mar de caricias llevan mis dedos


Un mar de caricias llevan mis dedos
jugueteando con las ondas de tu pelo,
un beso al aire se me escapa
con aroma de anhelos.

El roce de tus labios
me devuelve el jazmín y azahar de tu pecho
¿Qué hago aquí? Me pregunto
Amarte, pues no encuentro otro sueño.

No sé si rima o no este verso
Solo sé que con pedacitos de amor está hecho.

Letargos que despiertan en océanos eternos,
paisajes que dibujan las colinas de tu cuerpo,
el cielo al alcance de mi boca
en tus labios lo encuentro.

La luna duerme esperando amanecer
al abrigo de tus pupilas, al calor del placer,
la brisa va y viene, sube y baja, roza tu piel.

No sé si rima o no este verso 
solo sé que con pedacitos de amor está hecho.







Íntima


¿Cómo entraste en mi alma?
¿Cómo leíste mis más ocultos pensamientos?
¿Cómo traspasaste y rompiste 
todas las murallas que blindaban mi corazón?
Quizá lo viste y sentiste en mis ojos






jueves, 5 de julio de 2012

Pedro Salinas


Pedro Salinas Serrano fue un escritor, poeta, filólogo y profesor español que nació en Madrid el 27 de noviembre de 1891 y falleció el 4 de diciembre de 1951 en Boston (Estados Unidos). Fue un alquimista de la palabra, un poeta que no solo escribía versos, sino que los destilaba, transformando lo cotidiano en un espacio de reflexión pura. Su obra, marcada por una exquisita sensibilidad, lo consagró como una de las voces más profundas y luminosas de la Generación del 27, ese grupo de poetas que cinceló el alma de la poesía española del siglo XX.
Reconocido por sus poesías, Salinas exploró los recovecos del amor, la identidad y la experiencia humana con una claridad casi mística. Cada uno de sus versos es como un espejo que no refleja solo lo visible, sino también lo invisible, lo inefable que late bajo la superficie de las palabras. Más allá de la poesía, su pluma también se derramó en ensayos llenos de agudeza intelectual, revelando su faceta de filólogo minucioso y de profesor entregado.
A través de sus traducciones de Marcel Proust, Salinas tendió puentes entre dos mundos literarios, trayendo la vastedad introspectiva del novelista francés a las aguas de la lengua española, contribuyendo así a una nueva comprensión de su obra en el ámbito hispanohablante.
Su vida lo llevó lejos de su patria, pero incluso en el exilio su poesía floreció. En cada poema suyo se escucha el eco de un hombre que, más que buscar respuestas, se atrevió a preguntar, a amar, y a iluminar las profundidades del ser con la claridad de su visión poética. Un visionario que, aun en su ausencia, sigue dialogando con el tiempo y el silencio.







Jamás palabras, abrazos, me dirán que tú existías,

que me quisiste: Jamás. 

Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no. 
Y estoy abrazado a ti sin preguntarte, 
de miedo a que no sea verdad
que tú vives y me quieres. 
Y estoy abrazado a ti sin mirar y sin tocarte. 
No vaya a ser que descubra con preguntas,
con caricias, 
esa soledad inmensa de quererte sólo yo.



Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás,
ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía...



Tan de verdad,
que parecía mentira.




Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Que alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible, tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
"Yo te quiero, soy yo".





Tengo confianza. Vivo más tranquilo, camino por mis días con menos recelo. Pero no olvido que la vida y todas sus grandes cosas son eternas y momentáneas, y que de pronto en un instante podemos quedarnos ciegos en medio de la luz, muertos en medio de la vida, solos en medio del amor.



La rama tiene sus pájaros fieles
porque no ata,
ofrece.



A vosotros, los que vengáis a
hacer lo que nosotros no
hemos hecho. A dar el beso
que no pudimos dar, a
soñar el sueño que se nos
escapó, a escribir la letra
que se nos olvidó. Os
confío mi fracaso, y
os deseo la victoria.





domingo, 1 de julio de 2012

Albert Espinosa


Albert Espinosa i Puig es un escritor, guionista, autor teatral, actor, director de cine e ingeniero industrial nacido el 5 de noviembre de 1973 en Barcelona. Su vida, como su obra, es un viaje cargado de matices, donde la luz y la sombra se entrelazan en una danza constante, y donde cada paso parece estar marcado por una búsqueda incansable de la verdad emocional.
Espinosa no solo escribe, sino que convierte cada palabra en un latido, cada historia en una respiración profunda. Sus guiones, sus libros, su teatro, son todos ellos ventanas abiertas a una visión del mundo donde lo extraordinario surge de lo cotidiano, donde la fragilidad humana se celebra en lugar de esconderse. Su voz, cercana y luminosa, ha resonado en corazones de todas las edades, invitando a sus lectores y espectadores a encontrar belleza en la imperfección, a reír y llorar sin temor.
Como guionista, ha sido capaz de construir universos íntimos y potentes, donde los personajes no son héroes, sino personas comunes que se enfrentan a lo imposible con una mezcla de valentía y vulnerabilidad. En su faceta como director de cine y autor teatral, ha sabido llevar a escena la autenticidad de las emociones, creando obras que no solo se ven, sino que se sienten profundamente.
Y más allá del arte, está su faceta de ingeniero industrial, una carrera que parece distante del mundo creativo, pero que en Espinosa se convierte en otro engranaje más de su vasta capacidad de imaginar, de construir, de transformar. Albert Espinosa es, en esencia, un arquitecto de emociones, un tejedor de historias que, como la vida misma, están llenas de giros inesperados, de luces que brillan en los rincones más oscuros.







Sonreí.

Que forma más preciosa de comenzar.





Basta de justificarse con las palabras.
Basta de sufrir por lo que piensan los otros.
Basta de tratar a la gente diferente,
nadie es más que nadie.
Basta de jugar con reglas que no creaste ni comprendes.
Basta de correr, de ir con prisa porque el presente es donde estás en ese justo instante.
Basta de aspirar a ser el mejor.
Basta de la tiranía de los débiles.
¡Basta, basta, basta!






Las cicatrices de los miedos
son fruto de las caricias perdidas.






Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, fue un poeta español, perteneciente al movimiento del posromanticismo. Nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836 y falleció en Madrid el 22 de diciembre de 1870.
Bécquer, perteneciente al posromanticismo, no solo escribía poesía, sino que la vivía, la respiraba. Sus versos eran como ventanas abiertas hacia un mundo invisible, un lugar donde lo efímero se volvía inmortal y lo intangible adquiría forma. A través de sus "Rimas", nos llevó a paisajes íntimos, donde el amor no era una victoria, sino una búsqueda constante, una herida que nunca cerraba, pero que nos recordaba que sentir es, al fin y al cabo, lo que nos mantiene vivos.
Su muerte no apagó la llama de su legado y en cada uno de sus poemas, en cada una de sus leyendas, Bécquer nos dejó un fragmento de su alma, esa alma que sigue vagando por los rincones del tiempo, como un espíritu que nunca encontró descanso. Su poesía, más allá de las palabras, es un reflejo de lo que no se puede decir, de aquello que habita en las sombras del corazón. Un poeta que, en su brevedad, escribió la eternidad.







No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
podrá no haber poetas
pero siempre habrá poesía.



Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto...
la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!



Por los tenebrosos rincones de mi cerebro,
acurrucados y desnudos,
duermen los extravagantes hijos de mi fantasía,
esperando en silencio que el arte los vista de palabra
para poder presentarse después
en la escena del mundo.



...Poesía eres tú.



Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué,
¡aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él!



Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?
¡Es el amor, que pasa!



El que tiene imaginación,
con qué facilidad saca de la nada un mundo.



Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.



Dos ideas que a la par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.





Konstantino Kavafis

Constantino Cavafis o también Kavafis fue un poeta griego, considerado como una de las figuras literarias más importantes del siglo XX y exponente del renacimiento de la lengua griega moderna.
 Nació en Alejandría (Egipto) el 29 de abril de 1863 y falleció el 29 de abril de 1933.
Su poesía, un espejo del alma, moderna e introspectiva, respira el aire de influencias francesas, como un susurro en la brisa del Mediterráneo. Pese a que su obra fue escasa y su eco no resonó con fuerza durante su vida, el tiempo, en su misteriosa danza, lo elevó a la gloria, convirtiéndolo en un maestro venerado cuyas palabras han inspirado a generaciones desde los años sesenta, cruzando mares y fronteras, dejando huellas en el corazón de autores de todo el mundo.








Vuelve otra vez y tómame,
amada sensación retorna y tómame -
cuando la memoria del cuerpo se despierta,
y un antiguo deseo atraviesa la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan,
cuando las manos sienten que aún te tocan.

Vuelve otra vez y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...



Pide que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas
de verano en que llegues...
a puertos antes nunca vistos



Cuando despierten

Trata de guardarlas, poeta,
por más que sean pocas aquellas que se detienen.
Las visiones de tu amor.
Ponlas, medio ocultas, entre tus frases.
Trata de retenerlas, poeta,
cuando despierten en tu mente
en la noche o en el fulgor del mediodía.






Umberto Eco

Umberto Eco fue un escritor, semiólogo y filósofo italiano que nació en Alessandria (Italia) el 5 de enero de 1932 y falleció el 19 de febrero del 2016 en Milán (Italia). Su vida fue un intrincado laberinto de palabras, donde la escritura, la semiótica y la filosofía se entrelazaron como hilos de un tapiz monumental. Como un alquimista de significados, Eco exploró el vasto universo de los signos, desentrañando sus misterios con una agudeza que pocos poseen.
En su obra, se dibujan paisajes literarios donde la erudición y la imaginación danzan, ofreciendo al lector no solo historias, sino también reflexiones profundas sobre la condición humana y el significado de nuestra existencia en un mundo repleto de signos en constante transformación.
+







Huye Adso, de los profetas y
de los que están dispuestos a
morir por la verdad,
porque suelen provocar también
la muerte de muchos otros,
a menudo antes que la propia,
y a veces en lugar de la propia.





No todas las verdades
son para todos los oídos.